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La auditoría del futuro y el futuro de la auditoría

¿Se puede auditar el futuro? ¿Sirve para algo opinar sobre lo que todavía no ha tenido lugar? ¿El informe de auditoría puede anticipar las situaciones de crisis de las entidades y, en consecuencia, de las economías?

A priori, parece que la respuesta a todos estos interrogantes es negativa y se podría afirmar que “auditoría” y “futuro” son términos incompatibles. Nada más lejos de la realidad. No se puede “auditar el futuro”, pero sí analizar cómo una organización hace sus previsiones, cómo elabora sus proyecciones, cómo valora sus recursos o cómo gestiona sus riesgos. En un entorno económico-financiero cada vez más complejo, es fundamental mirar hacia adelante y prever oportunidades o problemas. Ahora más que nunca es preciso “auditar” las herramientas con las que gestionamos el futuro y no cabe duda de que el auditor juega un papel clave en este terreno.

El sector de la auditoría y de la información financiera está en pleno cambio, porque también en un periodo de transición está el mundo en el que vivimos. Fenómenos como la crisis, la globalización y las nuevas tecnologías han cambiado la naturaleza de los negocios y han redefinido un concepto clave para que la economía funcione: la confianza.

Conviene recordar que la transparencia es la materia prima con la que se fabrica la confianza y que una verdadera rendición de cuentas requiere que las compañías ofrezcan la información necesaria para conocer su situación real. Pero también que alguien independiente recopile, analice y estructure los datos con rigor y coherencia para que realmente lleguen y puedan ser interpretados de manera útil por todos los grupos de interés. El futuro de la auditoría pasa por reforzar el papel del auditor como generador de confianza, por lo que éste debe adaptar su actividad a un contexto más complejo. Ampliar el alcance y la profundidad de su trabajo se revela como un paso necesario para entender en su plenitud un mundo empresarial condicionado por múltiples dimensiones.

El futuro también nos depara un modelo de información más completo, integrado y, sobre todo, entendible. De nada sirve hacer acopio de información si ésta no se procesa y se estructura para que sus destinatarios la entiendan. Ha llegado el momento de mirar más allá del balance y de la cuenta de resultados de una compañía, porque hay otros elementos que también influyen en sus resultados, en su funcionamiento o en su propia supervivencia.

En los últimos años, la crisis ha puesto de manifiesto que los mercados, las compañías y los agentes económicos no siempre funcionaron como se esperaba. La generación de burbujas en la banca y en el sector inmobiliario; los errores a la hora de calibrar los riesgos o los fallos en la supervisión por parte de empresas o reguladores han generado una falta de confianza que lastra en gran medida el crecimiento económico.

Por otro lado, la información presentada por las empresas y su propio enfoque está cambiando. Los líderes empresariales de éxito reconocen la necesidad de centrarse en la creación de valor sostenible. Las importantes megatendencias que estamos viviendo en la actualidad están poniendo a prueba la resistencia, sostenibilidad e impacto de las estrategias y modelos de negocios de las organizaciones. Los gestores empresariales están obligados a rendir cuentas sobre sus decisiones y resultados ante unos grupos de interés cada día más exigentes desde una óptica más amplia e integrada. La información corporativa, tanto interna como externa, está cambiando para reflejar todos estos cambios.

En este contexto, es preciso abrir el debate sobre el futuro de la auditoría, sobre cómo puede el sector reforzar su papel a la hora de generar más confianza y sobre qué aspectos deberían cambiar para evolucionar hacia un modelo acorde con los nuevos tiempos y capaz de responder a los nuevos desafíos del mundo globalizado.

Conscientes de los nuevos retos, el sector de la auditoría se está moviendo con el fin de definir un esquema más ajustado a las verdaderas necesidades de las compañías y de los grupos de interés. A la hora de identificar y analizar lo que es preciso cambiar hemos identificado cuatro áreas clave. Se trata de cuatro temas candentes sobre los que es necesario hacer una reflexión conjunta que aporte luz sobre el futuro del sector y del conjunto de la economía. Nuestro documento es una reflexión de futuro conceptual, una aportación al debate sobre cómo evolucionará el mundo de la auditoría en los próximos años y sobre cuál sería el camino para reforzar su papel como “generador” de confianza. Por ello, no presentamos aquí una evaluación ni un análisis de los cambios legislativos en curso ni nos centramos en aspectos concretos de las normas que se están definiendo en estos momentos.

Mayor profundidad y alcance significa más confianza

La auditoría ha desempeñado, y continúa desempeñando, un papel de vital importancia a la hora de fomentar la confianza en la información financiera. Sin embargo, existe consenso sobre la existencia de un gap de expectativas entre el alcance actual del trabajo del auditor y lo que los accionistas y otros grupos de interés entienden que debería ser su labor. Igualmente, el modelo de auditoría actual no siempre se adecua a las necesidades de la información corporativa, que se encuentra en un proceso de transición hacia un modelo más amplio, más orientado al futuro y más integrado.

Podríamos decir que el esquema de auditoría actual es un modelo maduro, histórico y basado en la información financiera. A pesar de la estandarización, no es posible evitar el grado de subjetividad que conlleva el trabajo del auditor, quien no puede llegar a conocer o controlar todas las variables. Esto también genera un gap de expectativas sobre la seguridad y las garantías que la el auditor puede aportar, dado que vivimos en un entorno en el hay incertidumbres y el informe del auditor no puede ser un “seguro” a todo riesgo.

Con el fin de mejorar la práctica de la auditoría y generar más confianza en la relación con los grupos de interés, se plantea evolucionar hacia un modelo multidimensional, extenso en información pero accesible, capaz de generar un análisis de valor más allá de los datos numéricos y aplicable a distintas entidades de manera coherente.

Para avanzar por este camino es preciso que la auditoría incorpore un análisis de valor multidimensional que evalúe las distintas variables de una entidad; que se avance a la hora de priorizar e interpretar la información proporcionada por las compañías; que se analicen y expliquen de forma más amplia los sistemas de gestión de riesgos y de control interno; que aumente la periodicidad de la emisión de informes y que éstos sean más completos. Por tanto, sería necesario que el alcance y la profundidad del trabajo del auditor aumentara, siempre de manera bien definida y sin perder de vista su papel, sus limitaciones y sus responsabilidades.

En este contexto, el papel del auditor externo debe salir reforzado. Dada la complejidad de los mercados y del entorno, este conocimiento debe ir más allá de los estados financieros y de los informes de auditoría convencionales. Es preciso que la auditoría analice las variables que determinan en qué punto está una organización, pero también en qué condiciones está para abordar el futuro. 

Información completa y fiable, pero también útil y entendible

La complejidad del mundo económico y empresarial ha propiciado una creciente complejidad de la información financiera, así como un lenguaje y una manera de estructurar los datos que impide que éstos sean entendidos por todos los grupos de interés. A menudo, una “avalancha” de información o una presentación carente de lógica estructural generan opacidad y restan transparencia.

Es posible conjugar la aportación de toda la información con la obligación de hacerse entender. De hecho, la cuestión no es si la información es abundante o escasa, sino si se trata de forma adecuada y si ésta se analiza y presenta de manera coherente, así como pensando en el objetivo final: reflejar la imagen fiel de la entidad y que ésta sea entendida por los grupos de interés. Elementos fundamentales como el concepto de valor razonable implican mayor complejidad, por lo que conviene acometer un esfuerzo adicional para analizar y también comunicar con rigor y transparencia.

La respuesta para abordar este reto pasa también por mejorar la fase de obtención, análisis y presentación de la información, tanto interna como externa. No se trata de contar solo y necesariamente con más información, sino de disponer y mostrar los datos adecuados para tomar decisiones acertadas.

Por ello, es clave la elaboración de informes integrados que aporten una visión integral de la compañía. Frente al modelo tradicional basado exclusivamente en datos financieros, es preciso auditar desde una óptica completa que contemple todas las variables que influyen, tanto en el presente como en el futuro de la entidad.

Es evidente que integrar en un informe variables relacionadas con dimensiones sociales, medioambientales, físicas y económicas no es fácil, pero sí es posible si se establecen parámetros e indicadores claros y alineados con la estrategia de cada compañía. Hoy en día es fundamental recopilar, analizar, ordenar y comunicar esta información para conocer realmente en qué punto se encuentra una entidad. Centrarse únicamente en aspectos financieros ya no resulta útil ni seguro si se quieren tomar decisiones acertadas.

Quedan mucho por avanzar, pero se están consiguiendo avances en este campo y crece el número de compañías que están fijando indicadores, métricas y otras herramientas para aportar información útil y comparable. Iniciativas como el Reporting Integrado, los informes de gestión estratégica, o la “triple cuenta de resultados” ponen de manifiesto que el futuro de la auditoría se dirige hacia un modelo de información más completa e integrada.

Control Interno y Evaluación de Riesgos, elementos clave de la auditoría del futuro

En los últimos años y a raíz de la crisis o de las diferentes “burbujas”, se ha puesto de manifiesto que los sistemas de control interno y la gestión de riesgos no siempre funcionaron adecuadamente. Todo hace pensar que es preciso establecer estándares mejores y mecanismos que garanticen un control más eficiente en estos campos. No cabe duda de que el auditor juega un papel clave en esta área por su capacidad para reforzar la transparencia, para determinar si se están utilizando herramientas válidas y para comunicar las lagunas que puedan generar problemas a futuro.

Existe un amplio consenso respecto a la bondad de disponer de controles internos eficaces y de sistemas de gestión de riesgos adecuados. Son elementos útiles por sí mismos, pero aumentan significativamente su potencial si se requiere un informe de auditoría sobre ellos y si se incluye un desglose adecuado para los accionistas y los grupos de interés. En materia de supervisión de las herramientas de control, avances como el Sistema de Control Interno sobre la Información Financiera están en la buena senda. No obstante, queda camino por recorrer para alinearse con otros países más avanzados en este ámbito, como es el caso de los Estados Unidos o Suiza, donde es requerido que el auditor emita un informe de auditoría de los sistemas de control de la entidad.

En cuanto a riesgos, la reforma de la auditoría impulsada por la Unión Europea ya propugna que el auditor deberá describir los riesgos evaluados,resumir su respuesta y,si es preciso, incluir observaciones. Aunque el auditor ya viene haciendo un importante trabajo respecto a riesgos y controles,se quiere ir más allá. Se trata de analizar y revisarlas metodologías y los procedimientos porlos que se miden y controlan los riesgos para evaluar mejor las situaciones críticas de las compañías. En este sentido, la actual reforma de la Ley de Sociedades de Capital apunta a obligaciones más claras sobre la supervisión de los sistemas de control interno y de gestión de riesgos por parte de los órganos de administración y de la Comisión de Auditoría.

Otro aspecto relevante en el que el auditor tendrá cada vez un papel mayor es el relacionado con las valoraciones, ya que éstas impactan en el conjunto de la compañía y en ocasiones no están convenientemente comunicadas. Las hipótesis y elementos de juicio en las valoraciones son amplias, pero no siempre se utilizan y explican con la suficiente claridad y transparencia.

Mayor alcance implica más conocimientos y una responsabilidad mejor definida

En los últimos años ha aumentado la complejidad a la hora de analizar en qué punto se encuentran las compañías, algo que exige un mayor esfuerzo en términos de rigor y calidad por parte de los auditores.

El avance hacia un nuevo modelo de auditoría con mayor profundidad y múltiples variables de análisis exige disponer de conocimientos más completos y contar con mayor cantidad de especialistas capaces de trabajar en materias cada vez más sofisticadas. Se trata de ir más allá de los estados financieros e interpretar las diferentes variables que influyen en la vida de una empresa y esto se puede hacer eficazmente solo con la ayuda de un nutrido e integrado grupo de especialistas.

En paralelo es preciso definir mejor las responsabilidades del auditor. No se trata de asumir nuevos roles que no le corresponden, sino de establecer de manera nítida cuál es su perímetro de actuación y en qué ámbito tiene que desarrollar su labor. Todo ello con el objetivo de mantener los más altos estándares de independencia y garantizar la calidad del trabajo.

Si la tendencia es que las compañías cuenten con auditores mejor preparados y con nuevas responsabilidades, no se puede obviar el debate sobre sus honorarios. En términos comparativos, en España las tarifas están por debajo de otros países de nuestro entorno, lo que no ayuda en la evolución hacia un modelo más completo y avanzado.

De cara a afrontar un cambio en el modelo, con firmas de auditorías amplias y con variedad de especialistas, es clave el concepto de independencia. Creemos que es totalmente compatible contar con equipos multidisciplinares (fiscal, legal, pensiones, derivados, sistemas, valoradores, etc.) y a la vez cumplir con los más altos estándares de independencia. Una de imitación clara de los roles y responsabilidades del auditor ayuda a mitigar riesgos y asegura que el trabajo se desarrolla adecuadamente.

En todo caso, los auditores no pueden realizar actividades que se enmarquen dentro de las funciones de la dirección o que creen un interés mutuo. Por ello, consideramos que, además de cumplir las normas, la independencia es una actitud mental que los auditores despliegan a través del escepticismo profesional. Es preciso que los propios auditores interioricen este concepto como un elemento troncal de su actividad con el fin de evitar disfunciones.

En un contexto multidisciplinar donde es necesario un análisis integral cobra especial importancia la Comisión de Auditoría, órgano que está llamado a tener cada vez más peso y a desarrollar un trabajo más completo contando con profesionales altamente preparados en auditoría, contabilidad y otras materias de reporting a los grupos de interés. El nuevo marco normativo indica que se trata de un elemento a potenciar con el fin de reforzar la transparencia y el gobierno corporativo de las compañías. La fluidez en la comunicación y relación entre el auditor y la Comisión de Auditoría redunda en un mejor entendimiento de todo tipo de información por parte de ambos y, sobre todo, en un refuerzo de la independencia ya que desaparecerían posibles interferencias con la Dirección de la compañía.

Conclusiones

Para contar con un conocimiento completo e integrado de la situación de una compañía es preciso auditar también las herramientas con las que gestiona sus riesgos, sus sistemas de control o cualquier otro instrumento que sea determinante en la evaluación de sus perspectivas de futuro. Se trata de auditar con mayor amplitud los controles y los riesgos de una entidad para conocer cómo los afrontan y con qué recursos.

Un informe de auditoría, distinto e independiente del informe sobre los estados financieros, sobre los sistemas de control y gestión de riesgos, tal y como realizan países como Estados Unidos o Suiza, redundaría en la seguridad de las entidades y daría mayores garantías sobre su funcionamiento.

Las valoraciones de activos y pasivos de las entidades incorporan juicios relevantes por parte de los Administradores y la Dirección que suelen tener un impacto muy significativo, como se ha visto en la última gran crisis. Caben importantes mejoras en la comunicación de las hipótesis a los grupos de interés por parte de las entidades. Igualmente, se puede plantear incrementar los requisitos de auditoría, incluyendo informes específicos sobre las valoraciones, en función de la relevancia y subjetividad que conlleve en el conjunto de la entidad.


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